Audioguía (o cómo no desmerecer tus mejores piezas)

 

El Museo Nacional de Camboya, ubicado en Phnom Penh capital, guarda piezas arqueológicas de la historia jemer que son auténticos tesoros. De entre las cientos de piezas que alberga el museo, algunas son especialmente singulares, y destacan a ojos del turista inexperto. Sin embargo, el turista con mejor disposición puede acabar completamente fatigado a mitad de la visita, cuando aún no ha llegado a ver algunas de las piezas más importantes. ¿La culpa? Una disposición de las obras poco meditada, y una audioguía que no tiene en cuenta la experiencia del visitante.

 

Los responsables de este blog viajamos al sudeste asiático hace unos meses. Antes de llegar al Museo Nacional, habíamos conocido servicios de audioguía bien diseñados. Es especialmente reseñable el servicio de audioguía del Museo del Genocidio S-21, en la misma Phnom Penh. Se trata de un centro de detención en el que el regimen de los jemeres rojos torturó y ejecutó cruelmente a cientos de personas. La voz de la audioguía resulta ser de gran ayuda en esta visita emocionalmente dura. El diseño del recorrido es totalmente coherente con el relato de la historia completa de lo acontecido en el lugar (qué – cómo – por qué – secuelas – conclusiones y contextualización universal). La voz te ubica perfectamente, dándote indicaciones sencillas, de cómo continuar al siguiente punto marcado. Si no dispones de mucho tiempo, el tríptico destaca visualmente cuáles de los puntos del recorrido son imprescindibles para una visita rápida. Cuando vas a llegar a una pieza especialmente cruenta, la audioguía te previene, y te invita a sentarte en un banco para escucharla en paz. La experiencia de visita está pensada y diseñada como un todo, incluyendo el poso que quedará en el visitante tras abandonar el lugar.

 

En el Museo Nacional de Camboya, por contraste, la visita resulta mas confusa. Las piezas, procedentes de distintas épocas, no están colocadas en las distintas salas de manera que sigan un orden lógico aparente. Además, el orden numérico de las paradas no coincide con el recorrido físico, lo que genera desconcierto. Es el visitante quien tiene que hacer el esfuerzo mental de atar cabos, intentando relacionar las piezas entre ellas, y poder hacerse una mínima idea coherente de la historia (del arte jemer). El audio de cada pieza replica el mismo esquema: todas empiezan con la misma pieza musical, seguida de explicación neutra de cuándo y dónde se descubrió la pieza en cuestión, y tras más de un minuto de recitar datos, comienza a explicar la significancia artística/histórica/religiosa de la pieza en cuestión. Cada pieza , independientemente de su relevancia, recibe el mismo tratamiento, lo que deja en el visitante la sensación de que, si todas las piezas merecen el mismo tratamiento, todas son igual de importantes. O lo que es lo mismo, ninguna es importante. El tríptico de papel no ayuda, tan solo muestra un mapa con los números y los nombres de las piezas.

 

De la comparación entre las dos visitas museísticas se pueden obtener varias lecciones para cualquier estrategia de experiencia de usuario:

 

  • La lección más evidente: si uno se centra tan solo en el gran valor de las piezas que posee, sin pensar mínimamente en el usuario, ponerse en su lugar, y centrarse en sus necesidades, no tiene sentido engañarse, hablando siquiera de estrategia de experiencia de usuario.

 

  • Aunque dispongamos de las mejores piezas, si no somos capaces de que formen parte de una historia que enganche al usuario, acabará por desconectar y marcharse, con una débil idea de lo que somos.

 

  • Si el contenido que proporcionamos al usuario aporta tan solo datos neutros, olvidándose de cualquier conexión emocional, será más fácil que el usuario desconecte de nuestra historia.

 

  • El espacio físico y los distintos canales de comunicación deben estar perfectamente alineados, y complementarse para contar una historia coherente. Si no, el usuario se perderá en nuestras galerías.

 

  • Las innovaciones (los dispositivos de audioguía) solo tienen sentido si hacen la vida más fácil al usuario. Son de gran valor las soluciones que sirven para que cada usuario pueda personalizar su visita en base al objetivo que se ha propuesto, sus necesidades, y sus limitaciones.

 

  • Cada usuario viene a nuestro museo por un motivo y tiene un propósito en concreto. Cada usuario individual es el protagonista de su visita.

 

Imagen principal: Todo en un día (1986)

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Alex Atxa Escrito por:

Freelance del Marketing. Eibartarra que encontró un camino en América Latina. Asomo la cabeza en este blog compartido.

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