A su propio ritmo

“Lenta.”

“Demasiado larga.”

“Si no pasa nada en toda la peli.”

 

Son sentencias que se repiten al salir de una sala de cine, en boca de espectadores ávidos de entretenimiento. Yo también soy fan de thrillers con muchos giros, o comedias punzantes de noventa minutos de duración, pero como big nerd que soy, “lenta” es un adjetivo que se aplica a algunas de mis pelis favoritas.

Una de estas cintas que me ha atrapado en los últimos meses es Happy Hour, de Ryūsuke Hamaguchi. A diferencia de lo que indica el título, dura cinco horas y diecisiete minutos*. La película sigue a un grupo de amigas treintañeras de Japón, y no economiza con sus escenas. El primer acto muestra un taller impartido por un artista en toda su duración, y vemos también al completo la quedada posterior de las asistentes para tomarse una cerveza. La obra consigue no tan solo que quede absorto en estos eventos, sino que quiera ser participe. Y la que destaco es la cualidad de sumergirme en acontecimientos que se suceden a un ritmo similar al de la vida. 

Parte importante del atractivo hallado en dejarme sumergir y observar de cerca a estas personas es que vivimos rodeados de estímulos: notificaciones, deadlines, breaking news… Muchas obras nos proponen una vía de escape a la realidad para distraernos, pero luego hay otras, como Happy Hour que pueden conectarnos más con la vida, hacer que el instante sea más intenso. 

La avidez por contenidos que exigen cierto “dejarse sumergir con gusto” por parte del receptor se ve más allá de las recomendaciones de posturetas cinéfagos. Se manifiesta en los podcasts que profundizan en un tema o una entrevista, con espacio para la espontaneidad. Está en los directos especializados de twitch. Se ve incluso en los canales veinticuatro horas que comparten la agenda de los aspirantes de un reality. 

En un entorno con tantos estímulos, existen manuales de cómo hay que captar la atención del receptor. La estructura debe ser tal que así. Lo importante debe ir en el primer párrafo, o los primeros x segundos. Estos consejos no son baladíes, nos proporcionan un modelo de referencia. Pero si se buscan otro tipo de conexiones, las limitaciones formales de los manuales, a veces, hay que dejarlas de lado. O simplemente, tiene sentido hacerlo de otra manera para contar lo que queremos contar. 

Al fin y al cabo, si toda la música se tocase al mismo ritmo, todo lo bailaríamos igual.

*En Filmin, Happy Hour la tienen subida en tres partes, y confieso que la vi como una miniserie. Así que no os sintáis timoratas.

 

INSPIRACIONES

Happy Hour (2015), de Ryūsuke Hamaguchi.

La entrevista a Ricardo Moya en Late Motiv.

Las conversaciones con mi blogkide Irene, como siempre.

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Alex Atxa Escrito por:

Freelance del Marketing. Eibartarra que encontró un camino en América Latina. Asomo la cabeza en este blog compartido.

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