Piña inmadura (o el problema de las expectativas)

Hace mas de un año que vi por primera vez la cinta Recuerdos del ayer, del maestro del anime Isao Takahata para el Studio Ghibli. En ese momento no me generó un enorme impacto. Desde entonces, varios pasajes de la película han ido resurgiendo en mi mente: pasajes que encapsulan experiencias universales desde lo más concreto y aparentemente mundano.

 

Uno de esas escenas destacadas es de cuando la heroína de la historia, en su niñez, prueba por vez primera el exótico alimento llamado piña.

 

 

Un día, el padre de esta familia del Japón de los 60 llega a casa con una piña, una misteriosa fruta que genera gran expectación, sobre todo en nuestra prota. Sin duda evoca algo especial en su mente. El primer pequeño drama es que nadie sabe cómo hay que cortar una piña. La decepción definitiva es que, también sin conocerlo, se comen la fruta cuando aún no está madura. No tardan mucho en querer volver al confort de lo que ya saben que les gusta: el platano. Lo amargo de la primera experiencia con la piña resurge de adulta en la mente de la protagonista. Lo amargo de no solo el sabor, sino del trunque de su anticipación.

 

 

La película no nos cuenta cómo ha evolucionado la relación de la prota con la piña. Por imaginar, a medida que ha ido creciendo, puede haber reconectado con la piña, contando con mejor información sobre el producto. Y puede que aquel mal comienzo, el recuerdo de la niña que fue, la evolución personal de haber aprendido a consumir piña, sean cosas que le hacer tener más cariño al producto. O simplemente decidió que detesta la piña fresca, y reniega de la ilusión infantil que una vez tuvo.

 

Acceder a lo nuevo es, a menudo, ilusionante, pero conlleva su riesgo. Unas expectativas irreales llevan a la insatisfacción, si no se contrarrestan previamente con información contada desde la experiencia, y de lo que cabe esperar realmente de ella. Una mala primera vez se puede reconducir. Para ello, al que propone la experiencia, le conviene escuchar al usuario. Conocer lo que había asumido y las dificultades que ha encontrado, y responder desde la empatía, sin hacer sentir de menos al otro por no saber de antemano.

 

Hay cosas que son un gusto adquirido. Esto no es un problema, al contrario, muchos de los cosas de las que mas disfrutamos las adquirimos. Pero viene bien hacer(se) a la idea de que precisa de más de una oportunidad. Y que se trate de un gusto adquirido puede enriquecer la historia de lo propuesto, como signo de algo más adulto, trabajado, refinado.

 

Generar unas expectativas demasiado altas, hype, coloca las propuestas en una situación de partida de desventaja. Sobre todo si se trata de algo realmente novedoso, pues lo que contrasta con lo que conocíamos anteriormente es más difícil de comprender, digerir, incorporar.

 


Banda sonora de este post:

 

La película Recuerdos del ayer (1991) se encuentra disponible en Netflix.

 

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Alex Atxa Escrito por:

Freelance del Marketing. Eibartarra que encontró un camino en América Latina. Asomo la cabeza en este blog compartido.

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