“Vamos a hablar de trabajo, si no sabes lo que es o tienes mucha suerte…¡o muy poca!” Nerea Pérez de las Heras en “Saldremos Mejores”.
Esta frase es muy acertada para el mundo real. Pero si como yo, trabajas en el sector digital seguramente te has enfrentado con más frecuencia al exceso de trabajo que a la falta de trabajo. Puestas a hablar de una realidad, hablaré de la mía y nuestra, aunque no sea mayoritaria.
¿Esto es adicción?
Amiga, es difícil saber si una es adicta al trabajo. Se suele pensar que la adicción está relacionada con la cantidad y la frecuencia que se consume algo y claro, es difícil saber si lo que sufrimos es adicción al trabajo o capitalismo. Veamos una visualización de datos muy avanzada para empezar a entender la diferencia.
Positivo en explotación laboral
Positivo adicción al trabajo
Según el libro de “Querer no es poder” las señales para identificar una adicción están muy lejos de la cantidad o frecuencia en la que se consume una sustancia o se realiza una actividad, en realidad son 1) no poder parar incluso cuando se identifica un impacto negativo en nuestra vida y 2) cuando el consumo de esa sustancia o la realización de esa actividad persigue cambiar un estado de ánimo que nos resulta intolerable.
El pico de trabajo
Manager de proyectos asignando tareas a Jose Luis Manzano
Admitamos que hemos usado esta expresión “es sólo un pico de trabajo” para situaciones en las que trabajamos en exceso. Emborracharnos en la cena de empresa no implica seamos alcohólicas, comer en exceso estas navidades no significa que tengamos una conducta no controlada con la comida. Pero seamos conscientes de que nadie se hace adicta a algo que no ha probado. Trabajar en exceso es algo a lo que nos exponemos muchas y muchas veces en este sector. Y esa frase de “es un pico de trabajo” es una normalización de algo potencialmente peligroso para nuestra salud*.
Todas hemos consumido picos de trabajo. Pero no todas somos adictas ¿por qué?¿Qué nos hace adictas?
Digamos que nuestros cerebros tienen un centro de gratificación que funciona en plan “esto me hace sentir bien, esto lo necesitamos”. Y esto es genial para que sintamos placer de hacer las cosas que nos hacen permanecer vivas. Por eso a casi todas nos gustan las mismas cosas aunque no tengamos nada en común. A todas nos gusta comer, dormir, estar con las amigas, abrigarnos y recorrer(nos) con amantes pasajeros. Este centro de gratificación establece las condiciones biológicas para ser adictas. O sea, que el requisito para ser adicta es TENER CEREBRO. Amiga, date cuenta, todas somos vulnerables a la adicción. Dicho esto, intentemos entender que empuja a la adicción.
Las creencias adictivas
La adicción se sustenta en ciertas creencias. Entre las que destacaría:
1) Yo debería de ser perfecta (y la perfección es posible).
Todas queremos ser LA PROFESIONAL PERFECTA. La que acierta siempre, la que sabe hacer todo bien a la primera. La que tiene respuesta para todo. La que puede con lo imposible. Nos autoimponemos todo aquello que nos acerque un pasito más a alcanzar la perfección. Dicho de otra manera, creemos en los unicornios y queremos ser uno.
Si la perfección fuera una imagen, sería sin duda Brad Pitt
2) Yo no soy bastante
Cuando miro algunas ofertas de trabajo y veo los requisitos que piden: que sepa programar en javascript, que sepa utilizar todos los programas de visualización de datos habidos y por haber, que sea experta en G4, G3, Adobe, GTM, Big Query. Que domine inglés. Que pilote de R y sepa hacer modelos gracias a todo lo que aprendió en el postgrado de Matemáticas. Que tenga 5 años de experiencia y sea joven. Que tenga cogido el punto al jamón con melón. Antes me agobiaba cuando veía estas ofertas, ahora con ironía pienso “esta gente no busca a una analista, busca UN EQUIPO ENTERO DE ANALÍTICA”. Todas tenemos el síndrome de la impostora, y cariño, si tu no lo tienes, es porque la impostora ERES TU. Dicho de otra manera, como no soy un unicornio, me siento como una burra.
Jack y el subtexto en “El club de la lucha”.
3) La imagen lo es todo
Cuando no estoy mirando las ofertas de trabajo y veo los perfiles de compañeros descubro que: TODOS SABEN DE TODO. Pero sólo conozco perfiles virtuales que saben todo de todo. En mi corto recorrido profesional como analista he conocido a gente que sabía muchísimo, de muchas cosas y que me daba mil vueltas. Analistos muy buenos. También he conocido a gente mediocre. Dicho de otra manera, como debería de ser un unicornio pero me siento como una burra tengo que disfrazarme de unicornio (para que nadie me descubra).
El alter ego de Jack, que es un producto de su mente, intenta matarlo
A mi, para salir de la adicción al trabajo, me ayudó cambiar esas creencias por esta:
“No soy la analista web PERFECTA, ni lo voy a ser. Pero ocupo un laborioso espacio entre LAS BUENAS analistas web (y da igual cuando leas esto procuro creermelo siempre)” Irene Santos.
4) Falta de internalización de una buena progenitora o progenitor*
Javier Giner reclamando su custodia en “Yo, adicto”
Recuerdo que había días que al volver del cole literalmente me sentaba a hacer los deberes hasta la hora de la cena. Recuerdo noches enteras estudiando para los exámenes en la universidad a base de redbulls. Recuerdo que nos pedían saber idiomas, tener cursos, buenas notas y varios cortos antes de llegar al mercado laboral. Recuerdo la cultura del esfuerzo. Recuerdo los pronósticos de éxito. Recuerdo que se nos midiera exclusivamente por los resultados. Recuerdo la promesa de la meritocracia cuando salieramos fuera.
¿Quién espera qué sí nos trataron así cuando estabamos tiernas, llegaríamos a la madurez profesional sabiendo PONER LÍMITES al trabajo?
¿QUIÉN?
Jose Luis Manzado y sus problemas: el pico de heroína y el pico-leto
- Padre y guardia civil, refiriéndose a la droga >¿Y esta porquería puede destrozar una vida?
- Hijo y yonki > ¿Te refieres al polvo o al tricornio?
La sociedad adictiva
Llegamos al último apartado sin saber todavía si lo que sufrimos es capitalismo o adicción al trabajo. Honestamente, me cuesta ver cómo el capitalismo se puede sostener sin adictos al trabajo. En nuestro sector estamos dejando que el adicto al trabajo sea el modelo a seguir. Con todos los peligros que implica que creamos que para ser un buen profesional tienes que ser una persona que vive para trabajar.
La vida adulta gira en torno al trabajo. Ocupamos la mayor parte de nuestro tiempo en esta actividad. Lo poco que queda lo usamos para desplazarnos hasta nuestros puestos de trabajo. El resto en algún curso, o máster o ya tu sabeh, seguir formándote. Y las migajas restantes las invertimos en intentar tener un cuerpo diez y comprarnos cosas superfluas. ¿De verdad la felicidad es esto?¿O es una forma de adormecernos emocionalmente para que sólo deseemos hacer dos actividades: trabajar y consumir?
Parece fácil pensar que con este (sin)sentido del propósito de la vida no caigamos en la adicción. Miradnos en la pandemia, todas positivo en teletrabajopatia. Ni una, ni dos, ni tres personas he oído el “yo no me quejo, porque al menos he trabajado durante el confinamiento”. Entiendo que ante una situación de estrés como está siendo la pandemia encontremos en el trabajo un alterador de nuestro estado de ánimo. Pero si necesitas imperiosamente una copita de vino, una jornada laboral extra, un cigarrito, una carrera para cambiar tu ánimo. Amiga, date cuenta de que lo que te libera por momentos, te exclaviza el resto de tu tiempo.
La recuperación
“Tú no eres tu trabajo, no eres cuánto dinero tienes en el banco. No eres el coche que conduces. No eres el contenido de tu billetera. No eres tus malditos pantalones. Eres la mierda obediente del mundo”. El Club de la lucha.
1.- No eres tu trabajo.
Deja de decir soy {{introduce tu trabajo}}. Deja de pensar que las personas tenemos las cualidades que presumes que tiene cierta profesión. Abandona tus prejuicios. Ser trabajador social no significa que seas idealista, que te importe la gente. Ser empresario no te hace valiente o poderoso. Ser dependienta no te convierte en inculta o superficial. Ser militar no te convierte en violento o machista. Las personas son lo que son y sus trabajos lo que les han dejado hacer en el mundo laboral.
2. – No eres tu cuenta corriente.
Deja de pensar que esas jornadas maratonianas y ese volumen de estrés se pagan con dinero. Abstente de que ese sea el único reconocimiento a tu valía. Aspira no sólo a estar mejor pagada, aspira a proyectos más interesantes, mejor horario, teletrabajo, equipo multidisciplinar, la opción de crecer, horario flexible. No te vendas sólo por dinero, véndete por bienestar y dinero.
3. – Deja de pensar en clave consumista.
No te obsesiones con realizar tareas cuyo único objetivo es incrementar tu capital erótico, cultural, económico, romántico o social. No te pongas por meta ser una imagen, un trofeo de metal. No creas que teniendo ese poder sobre los demás y el mundo serás más feliz. Entonces, si ejercitas tu cuerpo que sea para disfrutarte el cuerpo. Si cultivas tu mente que sea para disfrutarte la mente. El dinero solo existe cuando te lo gastas, no te hagas yonki de tu cuenta corriente. Lo que te tiene que aportar un amor no tiene un calendario con fechas de entregas, no pienses en tiempos invertidos y rendimientos. La base de la amistad es compartir una conversación honesta e íntima, no una fotografía con el resto.
4. – Ten sólo un amo (y ama tu trabajo)
“En tener varios señores ningún bien veo; Que uno, sin más, sea el amo, y que uno solo sea el rey”. Discurso sobre la servidumbre de Étienne de La Boétie.
Todas tenemos mandatos internos, una vocecita en la cabeza que nos dice “tienes que hacer tal cosa” y llegamos a sentir que realmente es de vida o muerte “hacer tal cosa”. Nada es tan importante, pero así son los amos de flipados. Esa vocecita es tu amo interno y a esa la puedes desobedecer sin que te despidan del puesto. Porque eres ama y sierva de ti misma.
Si trabajas tus horas y alguna más que sea porque se lo debes al amo externo. Su trabajas tus horas y ninguna más que sea porque no se lo debes al amo externo. Pero nunca trabajes tus horas y alguna más porque tengas dos tipos de amos a los que servir.
Jack, tras asesinar su masculinidad tóxica y aceptar la tarea de ser uno mismo
Y si no te has convencido aún, hazlo por ellas
Está claro que todas y todos sufrimos las opresiones del sistema en el momento que habitamos en él. Tratemos de liberarnos de esas opresiones sin dar ni un golpe extra. O mejor dicho, sin darnos golpes a nosotras mismas o al resto. De esto no se sale luchando contra el mundo y contra el prójimo en un club, como un machirulo en una crisis de su masculinidad inmensa ante su irrelevancia. De esto se sale aceptando el orden de las cosas e interiorizando un buen “progenitor”. De esto se sale aprendiendo a poner límites. De esto se sale de una en una, liberándonos desde dentro y esperando que en la medida de lo posible que nos siga el resto. De esto se sale convenciendo a las compañeras con el ejemplo.
Cuando tengo mis apetencias de recaer pienso en mi abuela, que siendo la mayor de cuatro hermanas al quedarse huérfana de madre en la posguerra fue la mujer de la casa y la que trabajó en el campo desde pequeña. Siendo ya mujer, renunció a ser ayudada por sus hijas para mandarlas a estudiar fuera. Mi abuela, nuestras abuelas que eran mujeres de aquella época trabajaron casi todas las horas de sus días.
Yo pienso en mi madre, que trabajó fuera y dentro de casa. Mi madre, nuestras madres que son mujeres de esa época han trabajado casi todas las horas de sus días.
Creo que hemos heredado un Excel con MUCHÍSIMAS horas trabajadas que han pasado desapercibidas. Desoigamos el imperativo de nuestra época, ese mandato interno, que nos obliga a trabajar casi todas las horas de nuestros días.
Cuando no tengo fuerzas de parar por mi, paro de trabajar por ellas.
Do it for her
progenitor* en el libro ponía padre, pero me siento más cómoda con la palabra progenitora o progenitor
salud* me niego a diferenciar la salud mental de la salud (a secas), como si fuera una subcategoría o como si hubiera un dualismo entre el cuerpo y la mente enferma en el que me tenga que postular o reivindicar. Me parece que ya tenemos que pasar la pantalla de la visibilidad. Que le digan a una persona con depresión que no lo sufre en su cuerpo. Que le digan a una persona con una pierna rota que no lo sufre en su ánimo. La salud es salud y cada parte es todo.
Habría que citar…
- ¿Puedo hablar! Currantas — Esnórquel y Perra de Satán
- Saldremos mejores. Si me tocase la lotería seguiría trabajando — Nerea Pérez de las Heras e Inés Hernand
- Yo, adicto — Javier Giner
- Querer no es poder. Cómo comprender y superar las adicciones — Arnold Washton y Donna Boundy
- El discurso de la servidumbre. Étienne de La Boétie.
- El club de la lucha. David Fincher
- El pico. Eloy de la Iglesia
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